Se efectúa introduciendo los quesos en una salmuera, o bien espolvoreándolos con sal muy fina. Esta operación tiene como objetivos regular el desarrollo microbiano, desuerar el queso, despojarlo de cierta cantidad de agua y favorecer la formación de la corteza que lo protege de los agentes externos.
El cuajo y los microorganismos originales de la leche, o los añadidos durante el proceso de fabricación en determinadas condiciones de humedad y temperatura, actúan sobre proteínas y lípidos, lo cual origina con el tiempo el aroma, sabor y textura característicos de los quesos.
Industrialmente, la maduración se realiza en cámaras durante un mínimo de 60 días, a una temperatura de 8 ºC y los quesos son volteados con frecuencia. Según transcurre la maduración, se debe aumentar la humedad y disminuir la temperatura.